"La Jornada", 13/dic/94 EZLN: sabemos a lo que vamos y que vale la pena Carta de Marcos a remitentes que au'n no obtienen respuesta Eje'rcito Zapatista de Liberacion Nacional Me'xico. Diciembre de 1994 A quien corresponda: "Soy un evadido, Luego que naci' En mi me encerraron Pero yo me fui. Mi alma me busca Por montes y valles, Ojala' que nunca Mi alma me halle." Fernando Pessoa Escribo e'sta mientras, por un lado, me llegan los informes de nuestros compa~e- ros sobre los preparativos del avance de nuestras unidades y, por el otro, se quema el u'ltimo monto'n de cartas sin contestar. Yo les escribo por eso. Siem- pre me hice el propo'sito de responder to- das y cada una de las cartas que nos llegaron. Me pareci'a, y me sigue pare- ciendo, que era lo menos que podi'a hacer para corresponder a tanta gente que se tomo' la molestia de escribir unas li'neas y se arriesga a poner su nombre y direccio'n esperando respuesta. El reinicio de la guerra es inminente. Debo suspender de- finitivamente el guardar esas cartas, debo destruirlas porque, en caso de que caye- ran en manos del gobierno, pudieran causarle problemas a mucha gente buena y a muy poca gente mala. En fin, ahora las llamas alcanzan buena altura y los colores cambian, a veces, a un azul tor- nasolado que no deja de sorprender a esta noche de grillos y lejanos rela'mpa- gos que se aproximan al fri'o diciembre, de profeci'as y cuentas pendientes. Eran muchas, si'. Alcance' a contestar un buen tanto, pero apenas lograba bajar una pila de ellas cuando ya llegaba otro tamba- che. "Si'sifo", me dije. "O el buitre de- vorando las entra~as de Prometeo, agrega mi otro yo, siempre tan oportuno en su venenoso escepticismo. Debo serles sincero y confesarles que, u'ltimamente, el monto'n que llegaba habitualmente se iba haciendo ma's y ma's peque~o. Inicial- mente lo atribui' a los metiches de Gober- nacio'n, pero poco a poco me di cuenta de que la gente, aunque sea buena, se cansa... y deja de escribir... y, a veces, deja de luchar... Si', ya se' que escribir una carta no es precisamente el asalto al Palacio de In- vierno, pero nos haci'a, a nosotros, ir tan lejos... Un dla esta'bamos en Tijuana, otro en Me'rida, a veces en Michoaca'n, o en Guerrero, o en Veracruz, o en Guana- juato, o en Chihuahua, o en Nayaril, o en Quere'taro, o en el Distrito Federal. otras veces i'bamos ma's lejos, a Chile, al Paraguay, a Espa~a, a Italia, al Japo'n. Bien, se acabaron esos viajes que nos arrancaban ma's de una sonrisa y que en- tibiaron noches de frio desvelo y refres- caron di'as de cansado calor Bien, pero os he dicho que me habi'a propuesto responder a todas las cartas y nosotros, los caballeros andantes, sabe- mos cumplir las promesas (siempre y cuando no sean de amor), asi' que he pen- sado en la bondad que aliviari'a mi pe- sada culpa si todos vosotros aceptarais que os respondiera en un sola y contun- dente misiva en la que vosotros os vierais a vosotros mismos como los destinatarios particulares de tan irregular correspondencia. Vale, como corre a mi favor que no podre'is protestar o mostraros en desa- cuerdo (pode'is hacerlo pero yo no me enterare y puesto que correspondencia y etce'tera, sera' inu'til), procedo entonces a dar paso a la loca dictadura que se apo- dera de mi diestra mano cuando de escri- bir una carta se trata. Y que' mejor para iniciarla que unos versos de Pessoa, que son maldicio'n y profeci'a, y que dicen, creo, asi'... "El mirar, que esta' mirando Adonde no ve, se vuelve: Estamos los dos hablando Lo que no se conservo'. Esto se acaba o empieza?" A tantos y tanto del mes tal del inefa- ble a~o de 1994. A quien corresponda. Yo queri'a decir algunas cosas de lo que ha ocurrido desde enero hasta ahora. La mayori'a de vosotros escribisteis da'ndo- nos las gracias. Imaginaos la sorpresa nuestra cuando vamos leyendo en vuestra misiva que agradece'is que existamos. Yo, por ejemplo, que lo ma's cari~oso que he recibido de mis tropas es un gesto de re- signacio'n cuando me llego a una de nues- tras posiciones, me sorprendo sorprendie'ndome, y cuando me sor- prendo en la sorpresa pueden ocurrir co- sas imprevisibles. ocurre, por ejemplo, que muerdo demasiado la pipa y le rompo la boquilla. ocurre, por ejemplo, que no encuentro el maskin para repa- rarla. Ocurre, por ejemplo, que bus- cando alguna otra pipa encuentro algu'n dulce y cometo el grave error de hacerlo sonar con ese ruido que so'lo tienen los dulces envueltos en celofa'n y que esa plaga que llaman "ni~os" puede escu- char a decenas de metros de distancia, a kilo'metros si tienen el viento a su favor. Y ocurre, por ejemplo, que cuando le subo el volumen a la grabadorcita para tratar de ahogar el ruidito del celofa'n con una cancio'n que dice... "El que tenga una cancio'n tendra' tormenta, el que tenga compa~ia soledad. El que siga buen camino tendra' sillas peligrosas que lo inviten a parar. Pero vale la cancio'n buena tormenta, y la com pa~i'a vale soledad, siempre vale la agonia de la prisa aunque se llene de sillas la verdad." se aparece en el cuartito (porque todo esto suele pasar, invariablemente, en un cuartito de techo de la'mina de carto'n o de zacate o de nylon) el Heriberto con cara de, te encontre'!, yo me hago como que no lo veo y silbo una tonada que silbaban en una pelicula que no me acuerdo co'mo se llamaba pero al prota- gonista le daba muy buenos resultados porque una muchacha, que estaba como para lo que dijo Cejas, se acercaba son- riendo, y yo me doy cuenta de que no es una muchacha sino el tal Heriberto el que se acerca. Junto a e'l viene la To~ita car- gando su olote-mu~eca. La To~ita, la del beso renegado porque "mucho pica", la de los dientes picados que cumple cinco y entra en seis, la consentida del Sup. El Heriberto, el chillido ma's ra'pido de la selva Lacandona, el dibuja patitos anti- SUP-marinos, el terror de las hormigas arrieras y el chocolate navide~o, el con- sentido de la Ana Maria, el castigo que algu'n rencoroso dios Ic mando' al Sup por andar de transgresor de la violencia y profesional de la ley. Que'? No era asi? Bueno, no os preocupe'is... Atentos! Prestad oidos a lo que os refiero! El Heriberto llega entonces y me dice que la Eva esta' chillando porque quiere ver el caballo cantador y el mayor no la deja por estar viendo El Decamero'n de Passolini. Claro que el Heriberto no dice que es El Decamero'n, pero yo lo infiero pues el Heriberto dice, textual- mente: "El mayor esta' viendo puras vie- jas encueradas". Para el Heriberto toda mujel- que lleve la falda a la altura de las rodillas o ma's arriba esta' "encuerada". y todas las mujeres mayores de los cuatro a~os que acaba de cumplir la Eva son "viejas". Yo se' que todo se trata de un sucia estratagema del Heriberto para apoderarse del dulce cuyo celofa'n sono' como sirena del titanic enmedio de la niebla, y el Heriberto con sus patitos va al rescate, porque no hay nada ma's triste en este mundo que un dulce sin un niho que lo rescate de su prisio'n de celofa'n. La To~ita descubre, en cambio, un co- nejito "a-prueba-de-lodo", es decir, ne- gro, y decide sumergirlo en un charco que, a su entender, reu'ne las caracteri'sticas ne- cesarias para una prueba de calidad. Ante la invasio'n de que es objeto la "comandancia general del ezetaelene" yo me hago pato y hago como que estoy muuuuy concentrado en lo que escribo. El Heriberto se da cuenta y dibuja un pato al que titula, en forma irreverente, "El Sup". Yo me hago el ofendido por- que el Heriberto alega que mi nariz es como el pico del pato. La To~ita pone, en una piedra, al conejito enlodado junto al olote y los mira y analiza con mirada cri'tica. Se me ocurre que el resultado no le satisface porque mueve la cabeza ne- gando con la misma obstinacion que cuando me niega un beso. El Heriberto, ante mi indiferencia, parece que se da por vencido y se retira y yo me quedo satisfe- cho de mi rotundo triunfo cuando me doy cuenta de que el dulce ya no esta' y entonces recuerdo que, cuando vei'a el di- bujo, el Heriberto hizo un movimiento extra~o. Se lo llevo' en mis propias nari- ces! Y mirad que con estas narices eso es decir bastante. Yo me deprimo y ma's cuando me doy cuenta de que Salinas ya esta' empacando para irse a la "oemece" y se me ocurre que fue injusto cuando nos colgo' eso de "transgresores". Si co- nociera al Heriberto se dari'a cuenta que, comparados con e'l, nosotros somos ma's legales que la dirigencia del PRI. Pero bueno, esta'bamos en que me sorprendia sorprendie'ndome al leer en vuestras misi- vas ese "gracias" que, en veces, iba diri- gido a la Ana Mari'a, a la Ramona, al Tacho, al Moy, al Mario, a la Laura, o a cualquiera de los hombres y mujeres que se cubren el rostro para mostrarse a otros y se lo descubren para ocultarse de todos. Yo ensayo mi mejor reverencia para agradecer tanto agradecimiento cuando la Ana Mari'a se aparece en el dintel de la puerta con el Heriberto chillando y de la mano y me dice que por que' no le quiero dar dulce al Heriberto. " Que' no le quiero dar dulce?", digo y miro sorpren dido la cara del Heriberto que ha disimu- lado las huellas del dulce con las la'grimas y mocos que han puesto a la Ana Mari'a de su parte. "Si'--dice implacable la Ana Mari'a--, el Heriberto dice que e'l te dio un dibujo a cambio de un dulce, pero que tu' no cumpliste el trato". Yo, que me se' vi'ctima de una injusta acusacio'n, pongo cara de ex presidente del PRI que se pre- para a tomar posesio'n de una poderosa secretari'a de Estado y a subir a la tribuna para decir su mejor discurso cuando, sin ma's, la Ana Maria toma una bolsa de dulces que a saber de donde salio' y se la da, toda!, al Heriberto. "Toma --dice--los zapatistas siempre cumplen su palabra". Se van los dos. Yo me quedo muuuuuy triste porque esos dulces eran para su cumplea~os de la Eva que ya no se' cua'ntos a~os cumple porque cuando le pregunte' a su mama' cua'ntos anos teni'a me dijo que seis. "Pero si el otro di'a me dijo que estaba entrada en cuatro", le reproche'. "Si', pero cumple cuatro y entra en cinco, o sea que ya esta por los seis", me responde contundente la se~ora y me deja haciendo cuentas con los dedos y dudando de todo el sistema educativo de anta~o que clarito ense~aba que 1+1 = 2, 6x8 = 48 y otras cosas igual- mente trascendentes pero que, como es evidente, demuestran que en las monta- ~as del Sureste mexicano no lo son y que aqui tunciona otra lo'gica matema'tica. "Los zapatistas somos muy otros", defi- nio' el Monarca alguna vez que me plati- caba que, cuando se quedaba sin li'quido de frenos, le echaba orines al recipiente para tal efecto. El otro di'a, por ejemplo, hubo una fiesta de cumplea~os. Se reu- nio' el "grupo juvenil" y organizo' una "olimpiada zapatista": la "maestra de la ceremoha" dijo clarito que segui'a la competencia de salto de longitud--que quiere decir "a ver quie'n salta ma's alto''--y despue's siguio' el salto de alti- tud--que quiere decir "a vecr quien llega ma's lejos"--. Yo estaba haciendo otra vez cuentas con los dedos cuando llega el teniente Ricardo y me dice que en la ma- ~ana le llevaron ma~anitas al festejado. A do'nde fue la serenata?, pregunte' cele- brando ya que todo volviera a la normali- dad puesto que era lo'gico que las mananitas se cantaran en la manana. "En el panteo'n", me contesta Ricardo. "El panteo'n?", dije volviendo a mis cuentas de dedos. "Si' pues, es que es su cumplea~os de un compa que murio' en los combates de enero", dice Ricardo ya por irse porque avisaron que sigue la ca- rrera de "arrastres". "Bueno--me dije a mi' mismo--, una fiesta de cumplea~os para un muerto. Perfectamente lo'gico... en las monta~as del Sureste mexicano". Suspiro. Yo estoy suspirando con nostalgia, re- cordando los viejos tiempos cuando los malos eran malos y los buenos eran bue- nos, cuando la manzana de Newton se gui'a su irresistible carrera a'rbol abajo hacia alguna mano infantil, cuando el mundo oli'a a salo'n de escuela el pri..ner di'a de clases: a miedo, a misterio, a nuevo. En eso estoy, suspirando con ver- dadero e'nfasis cuando El Beto entra, sin tra'mite alguno, y pregunta si hay vejigas y, sin esperar mi respuesta, empieza a buscar por entre mapas, o'rdenes operati- vas, partes de guerra, cenizas de tabaco para pipa, la'grimas secas, florecitas rojas dibujados con plumi'n, cartucheras y un pasamonta~as apestoso. En algu'n lado El Beto encuentra una bolsa de vejiga y una foto de una playmate bastante vieja (la foto, no la playmate). El Beto duda entre la bolsa de globos y la foto y decide lo que todos los ni~os deciden en estos casos: se lleva las dos. Yo siempre he di- cho que esto no es una comandancia sino un jardi'n de ni~os. Le dije ayer al Moy que pusiera alrededor algunas minas antipersonales. "Tu' crees que vienen hasta aca' los soldados?", me pregunta preocupado. Yo respondo con un tem- blor recorrie'ndome el cuerpo: "Los sol- dados no se', pero que' tal los ni~os". Moy asiente comprensivo y me empieza a platicar un dise~o bastante complicado de una trampa caza-bobos, que consiste en un agujero simulado y con estacas afi- ladas y con veneno en el fondo. La idea me gusta, pero si algo no tienen eslos ni~os es ser bobos; asi' que mejor le reco- miendo que electrifiquemos con alto vol- taje y coloque sendas ametralladoras "tres bocas" en la entrada. Moy duda de nuevo y dice que tiene una idea mejor y se va deja'ndome con la duda... En que' estaba yo? Ah si! En los dul- ces que eran para la Eva pero que se los llevo' el Heriberto. Yo estoy hablando por radio para que busquen por todos los campamentos alguna bolsa de dulces para que me los manden y reponer el re- galo para la Eva, cuando se aparece la susodicha con una ollita de tamales que "manda mi mama' porque hoy es mi cumplea~os", dice la Eva mira'ndome con unos ojos que cuando tenga diez a~os ma's van a provocar ma's de una guerra. Yo agradezco con grandes reverencias y le digo, que otra cosa podi'a hacer?, que le tengo un regalo. "onta pues", dice- pide-exige la Eva y yo empiezo a sudar porque no hay nada ma's temible que una mirada de rencor moreno y la mirada de la Eva se esta' transformando, ante mi titubeo, como en esa otra peli'cula de El Santo contra el Hombre Lobo y en eso, para acabarla de amolar, llega el Heri- berto a ver "si el sup ya no esta' bravo" con e'l. Yo empiezo a sonrei'r para darme tiempo a calcular si alcanzo a darle una patada al Heriberto cuando la Eva se da cuenta de que el Heriberto trae una bolsa de dulces bastante disminuida y le pre- gunta quie'n le dio los dulces y el Heri- berto le dice, con la voz pegajosa de chicloso, el "Chup", yo no me doy cuenta que el Heriberto quiso decir "el sup" hasta que la Eva se voltea y me re- cuerda: "Y mi regalo pues?". El Heri- berto pela los ojos cuando oye "regalo" y bota la bolsa de dulces que, por cierto ya estaba vaci'a y se acerca junto a la Eva y dice con un cinismo empalagoso: "si', y nuestro regalo, pues?" "Nuestro?", le digo mientras vuelvo a calcular la patada pero en eso veo que por ahi' ronda la Ana Mari'a y desisto de mi intento. Entonces digo: "Lo tengo escondido" "onde?", pregunta la Eva que se quiere ahorrar todo el misterio. El Heriberto, en cam- bio, lo ha tomado como un reto y ya esta' abriendo mi mochila y aventando a un lado la cobija, el alti'metro, la brujula, el tabaco, una caja de balas, un calceti'n, y en ese momento lo detengo con un con- vincente grito de "ahi' no esta'!" El Heri- berto entonces se va sobre la mochila del Moy y ya la esta' abriendo cuando agrego: "Tienen que adivinar un cuento para saber do'nde esta' el regalo". El He- riberto ya se habi'a desanimado de por si' porque las correas de la mochila del mayor esta'n muy apretadas y viene y se sienta a mi lado y la Eva tambie'n. El Beto y La To~ita se acercan, y yo en- ciendo la pipa para darme tiempo a me- dir el tama~o del problema en el que me meti con la adivinanza, cuando se acerca el viejo Antonio y, haciendo un gesto para se~alar un peque~o Zapata de plata enviado por sandalia, repite, ahora por mi boca, la... "La historia de las preguntas" Aprieta el fri'o en esta sierra. Ana Mari'a y Mario me acompa~an en esta explora- cio'n, 10 a~os antes del amanecer de enero. Los dos apenas se han incorpo- rado a la guerrilla y a mi', entonces te- niente de infanteri'aj me toca ense~arles lo que otros me ense~aron a mi': a vivir en la monta~a. Ayer tope' al viejo Antonio por vez primera. Mentimos ambos. El diciendo que andaba para ver su milpa, yo diciendo que andaba de caceri'a. Los dos sabi'amos que menti'amos y sabi'amos que lo sabi'amos. Deje' a Ana Mari'a si- guiendo el rumbo de la exploracio'n y yo me volvi' a acercar al ri'o para ver si, con el clisi'metro, podi'a ubicar en el mapa un cerro muy alto que teni'a al frente, y por si topaba de nuevo al viejo Antonio. El ha de haber pensado lo mismo porque se aparecio' por el lugar del encuentro anterior. Como ayer, el viejo Antonio se sienta en el suelo, se recarga en un huapac de verde musgo, y empieza a forjar un ciga- rro. Yo me siento frente a e'l y enciendo la pipa. El viejo Antonio inicia: --No andas de caceri'a. Yo respondo: "Y usted no anda para su milpa". Algo me hace hablarle de us- ted, con respeto, a este hombre de edad indefinida y rostro curtido como la del cedro, a quien veo por segunda vez en mi vida. El viejo Antonio sonri'e y agrega: "He oido de ustedes. En las ca~adas dicen que son bandidos. En mi pueblo esta'n inquie- tos porque pueden andar por esos rumbos". "Y usted, cree que somos bandi- dos?", pregunto. El viejo Antonio suelta una gran voluta de humo, tose y meg'a con la cabeza. Yo me animo y le hago otra pregunta: "Y quie'n cree usted que somos?". "Prefiero que tu' me lo digas", res- ponde el viejo Antonio y se me queda viendo a los ojos. "Es una historia muy larga", digo y empiezo a contar de cuando Zapata y Vi- lla y la revolucio'n y la tierra y la injusti- cia y el hambre y la ignorancia y la enfermedad y la represio'n y todo. Y ter- mino con un "y entonces nosotros somos el Eje'rcito Zapatista de Liberacio'n Na- cional". Espero alguna se~al en el rostro del viejo Antonio que no ha dejado de mirarme durante mi pla'tica. "Cue'ntame ma's de ese Zapata", dice despue's de humo y tos. Yo empiezo con Anenecuilco, me sigo con el Plan de Ayala, la campa~a militar, la organizacio'n de los pueblos, la traicio'n de Chinameca. El viejo Antonio sigue mira'ndome mientras termino el relato. "No asi' fue", me dice. Yo hago un gesto de sorpresa y so'lo alcanzo' a balbu- cear: "No?"."No", insiste el viejo An- tonio: "Yo te voy a contar la verdadera historia del tal Zapata". Sacando tabaco y "doblador", el viejo Antonio inicia su historia que une y con- funde tiempos viejos y nuevos, tal y como se confunden y unen el humo de mi pipa y de su cigarro. "Hace muchas historias, cuando los dioses ma's primeros, los que hicieron el mundo, estaban todavi'a dando vueltas por la noche, se hablan dos dioses que eran el Ik'al y el Vota'n. Dos eran de uno so'lo. Voltea'ndose el uno se mostraba el otro, voltea'ndose el otro se mostraba el uno. Eran contrarios. El uno luz era, como ma~ana de mayo en el ri'o. El otro era oscuro, como noche de fri'o y cueva. Eran lo mismo. Eran uno los dos, porque el uno haci'a al otro. Pero no se camina- ban, quedando se estaban siempre estos dos dioses que uno eran sin moverse. "Que' hacemos pues?", preguntaron los dos. "Esta' triste la vida asi' como esta- mos de por si'", tristeaban los dos que uno eran en su estarse. "No pasa la no- che", dijo el Ik'al. "No pasa el di'a", dijo el Vota'n. "Caminemos", dijo el uno que dos era. "Co'mo?", pregunto' el otro. "Para do'nde?", pregunto' el uno. Y vieron que asi' se movieron tantito, pri- mero para preguntar co'mo, y luego para preguntar donde. Contento se puso el uno que dos era cuando vio que tantito se movi'an. Quisieron los dos al mismo tiempo moverse y no se pudieron. "Co'mo hacemos pues?" Y se asomaba primero el uno y luego el otro y se mvvie- ron otro tantito y se dieron cuenta que si uno primero y otro despue's entonces si' se movi'an y sacaron acucrdo que para mo- verse primero se mueve el uno y luego se mueve el otro y empezaron a moverse y nadie se acuerda quie'n primero se movio' para empezar a moverse porque muy contentos estaban que ya se movian y "Que' importa quie'n primero si ya nos movemos?", decian los dos dioses que el mismo eran y se rei'an y el primer acuerdo que sacaron fue hacer baile y se bailaron, un pasito el uno, un pasito el otro, y tar- daron en el baile porque contentos esta- ban de que se habi'an encontrado. Yo luego se cansaron de tanto baile y vieron que' otra cosa pueden hacer y lo vieron que la primera pregunta de "como mo- verse?" trajo la respuesta de "juntos pero separados de acuerdo", y esa pre- gunta no mucho les importo' porque cuando dieron cuenta ya estaban movie'n- dose y entonces se vino la otra pregunta cuando se vieron que habi'a dos caminos: el uno estaba muy cortito y atu' noma's llegaba y claro se vei'a que ahi' noma's cer- quita se terminaba el camino ese y tanto era el gusto de caminar que teni'an en sus pies que dijeron ra'pido que el camino que era cortito no muy lo queri'an cami- nar y sacaron acuerdo de caminarse el camino largo y ya se iban a empezar a caminarse, cuando la respuesta de esco- ger el camino largo les trajo otra pre- gunta de "a do'nde lleva este camino?"; tardaron pensando la respuesta y los dos que eran uno de pronto llego' en su ca- beza de que so'lo si lo caminaban el ca- mino largo iba a saber a do'nde lleva porque asi' como estaban nunca iban a saber para do'nde lleva el camino largo. Y entonces se dijeron el uno que dos era; "Pues vamos a caminarlo, pues" y lo empezaron a caminar, primero el uno y luego el otro. Y ahi noma's se dieron cuenta de que tomaba mucho tiempo ca- minar el camino largo y entonces se vino la otra pregunta de "co'mo vamos a ha- cer para caminar mucho tiempo?" y que- daron pensando un buen rato y entonces el Ik'al clarito dijo que e'l no sabi'a cami- nar de di'a y el Vota'n dijo que el de noche miedo teni'a de caminarse y quedaron llo- rando un buen rato y ya luego que acabo' la chilladera que se teman se pusieron de acuerdo y lo vieron que el Ik'al bien que se podi'a caminar de noche y que el Vota'n bien que se podi'a caminar de di'a y que el Ik'al lo caminara al Vota'n en la noche y asi sacaron la respuesta para caminarse todo el tiempo. Desde entonces los dioses caminan con preguntas y no paran nunca, nunca se llegan y se van nunca. Y entonces asi' aprendieron los hombres y mujeres verdaderos que las preguntas sir- ven para caminar, no para quedarse pa- rados asi' noma's. Y, desde entonces, los hombres y mujeres verdaderos para ca- minar preguntan, para llegar se despiden y para irse saludan. Nunca se esta'n quietos. Yo me quedo mordisqueando la ya corta boquilla de la pipa esperando a que el viejo Antonio continu'e pero e'l parece no tener ya la intencio'n de hacerlo. Con el temor de romper algo muy serio pre- gunto: "Y Zapata?" El viejo Antonio se sonri'e: "Ya apren- diste que para saber y para caminar hay que preguntar". Tose y enciende otro ci- garro que no supe a que' hora lo forjo' y, por entre el humo que sale de sus labios, caen las palabras como semillas en el suelo: "El tal Zapata se aparecio' aca' en las monta~as. No se nacio', dicen. Se apare- cio' asi' noma's. Dicen que es el Ik'al y el Vota'n que hasta aca' vinieron a parar en su largo camino y que, para no espantar a las gentes buenas, se hicieron uno so'lo. Porque ya de mucho andar juntos, el Ik'al y el Vota'n aprendieron que era lo mismo y que podi'an hacerse uno so'lo en el di'a y en la noche y cuando se llegaron hasta aca' se hicieron uno y se pusieron de nombre Zapata y dijo el Zapata que hasta aqui' habi'a llegado y aca' iba a en- contrar la respuesta de a do'nde lleva el largo camino y dijo que en veces seri'a luz y en veces oscuridad, pero que era el mismo, el Vota'n Zapata y el Ik'al Za- pata, el Zapata blanco y el Zapata negro, y que eran los dos el mismo camino para los hombres y mujeres verdaderos". El viejo Antonio saca de su morraleta una bolsita de nylon. Adentro viene una foto muy vieja, de 191O, de Emiliano Za- pata. Tiene Zapata la mano izquierda empu~ando el sable a la altura de la cin- tura. Tiene en la derecha una carabina sostenida, dos carrilleras de balas le cru- zan el pecho, una banda de dos tonos, blanco y negro, le cruza de izquierda a derecha. Tiene los pies como quien esta' quedando quieto o caminando y en la mirada algo asi' como "aqui' estoy" o "ahi' les voy". Hay dos escaleras. En la una, que sale de la oscuridad, se ven ma's zapatistas de rostros morenos, como si salieran del fondo de algo; en la otra es- calera, que esta' iluminada, no hay nadie y no se ve a do'nde lleva o de do'nde viene. Mentiri'a si dijera que yo me di cuenta de todos esos detalles. Fue el viejo Antonio el que me llamo' la atencio'n sobre ellos. Atra's de la foto se lee: "Gral. Emiliano Zapata, Jefe del Eje'rcito Suriano Gen. Emiliano Zapata, commander in chief of the southern army. Le Ge'ne'ral Emiliano Zapata, Chef de l'Arme'e du Sud. C. 191O. Photo by: Agusti'n V. Casasola. " El viejo Antonio me dice: "Yo a esta foto le he hecho muchas preguntas. Asi' fue como llegue' hasta aqui'". Tose y arroja la bachita del cigarro. Me da la foto. "Toma", me dice. "Para que aprendas a preguntarle... y a caminar. "Es mejor despedirse al llegar. Asi' no duele tanto cuando uno se va", me dice el viejo Antonio tendie'ndome la mano para decirme que ya se va, es decir, que esta' viniendo. Desde entonces, el viejo Antonio saluda al llegar con un "adio's" y se despide alzando la mano y aleja'n- dose con un "ya vengo". El viejo Antonio se levanta. Tambie'n lo hacen el Beto, la Tohita, la Eva y el Heri- berto. Yo saco la foto de Zapata de mi mochila y se las muestro. --Va subir o a bajar?--pregunta el Beto. --Va a caminar o se va a quedar pa- rado?--preyunta la Eva. --Esta' sacando o guardando la es- pada?--pregunta la To~ita. --Ya acabo' de disparar o va a empe- zar apenas?--pregunta el Heriberto. Yo no dejo de sorprenderme con todas esas preguntas que arranca esta foto de hace 84 a~os y que, en 1984, me regalara el viejo Antonio. Yo la miro por u'ltima vez antes de decidir regala'rsela a la Ana Mari'a y la foto me arranca una pregunta ma's: Es nuestro ayer o nuestro ma~ana? Ya en ambiente de cuestionamiento y con una coherencia sorprendente para sus cuatro-a~os-cumplidos-entrada-en- cinco-o-sea-seis, la Eva me suelta: "Y mi regalo pues?" La palabra "regalo" provoca ide'nticas reacciones en el Beto, la To~ita y el Heriberto, es decir que to- dos se ponen a yritar: "Y mi regalo pues?" Me tienen acorralado y a punto de sacrificarme cuando se aparece la Ana Mari'a quien, como hace casi un a~o en San Cristo'bal pero en otras circunstan- cias, me salva la vida. Trae la Ana Maria una bolsa de dulces grande grande, pero grande deveras. "Aqui esta' su regalo que les teni'a el Sup", dice la Ana Mari'a mientras me mira con cara de "que'-seri'a- de-ustedes-los-hombres-sin-nosotras-las-mujeres". Mientras los ni~os se ponen de acuerdo, es decir se pelean, para repar- tirse los dulces, Ana Mari'a saluda mili- tarmente y me dice: --Reporto: la tropa lista para salir. --Bien--digo ponie'ndome la pistola al cinto--. Saldremos como es ley: de madrugada--la Ana Mari'a sale. --Espe'rame--le digo. Le doy la foto de Zapata. --Y esto?--pregunta mira'ndola. --Nos va a servir--respondo. --Para que'?--insiste ella. --Para saber a do'nde vamos --res- pondo mientras reviso mi carabina. En el aire un avio'n militar maniobra... Bueno, no os desespere'is, ya casi ter- mino esta "carta de cartas". Antes debo desalojar a los ni~os de aqui'... Por u'ltimo, respondere' algunas pre- guntas que, es seguro, os hare'is: Sabemos a lo que vamos? Si'. Sabemos lo que nos espera? Si'. Vale la pena? Si'. Quie'n que puede contestar "si'" a las tres preguntas anteriores puede permane- cer sin hacer nada y no sentir que algo muy adentro se rompe? Vale, Salud y una flor para esta tierna ruria, creo que se la merece. Desde las monta~as del sureste mexicano. Subcomandante insurgente Marcos. Ejercito Zapatista de Liberacio'n Nacional. Me'xico, diciembre de 1994. P.D. Para escritores, analistas y pueblo en general. Brillantes plumas han encon- trado partes valiosas en el movimiento zapatista, sin embargo nos han escati- mado nuestra esencia fundamental: la lu- cha nacional. Para ellos seguimos siendo ciudadanos de aldea, capaces de tener conciencia de nuestra animalidad y lo que a ella se refiere, pero incapaces de sin ayuda "externa", entender y hacer nuestros conceptos como "nacio'n", "patria", "me'xico". Si', con minu'sculas todos, en esta hora gris viene a tono. Para ellos esta' bien que hayamos luchado por las necesidades materiales, pero lu- char por las espirituales es un exceso. Sera' comprensible que ahora estas plu- mas se vuelvan en contra de nuestro em- pecinamiento. Lo sentimos, alguien tiene que ser consecuente, alguien tiene que de- cir "no", alguien tiene que repetir el "Ya basta!", alguien tiene que dejar de lado la prudencia, alguien tiene que po- ner en ma's alta estima la dignidad y la verguenza que la vida, alguien tiene que... Bueno, so'lo queri'a decirle, a estas plumas magni'ficas, que entenderemos la condena que ahora saldra' de sus manos. So'lo puedo argumentar en nuestra de- fensa que nada de lo que hicimos fue para agradarles a ustedes, que lo que diji- mos e hicimos fue para agradarnos a no- sotros mismos. el gusto por luchar, por vivir, por hablar, por caminar... Gentes buenas, de todas las clases sociales, de todas las razas, de todos los ge'neros, nos ayudaron. Algunos por aliviar el remor- dimiento de conciencia, otros por estar a la moda, la mayori'a por conviccio'n, por la certeza de encontrarse ante algo nuevo y bueno. Porque nosotros somos buenos, por eso avisamos antes lo que vamos a hacer, para que se pongan a buen re- caudo, para que se preparen, para que no los tome por sorpresa. Yo se' que eso nos da desventaja, pero al lado de la desven- taja tecnolo'gica, bien podemos pasar por alto la desventaja de perder la sorpresa. A estas gentes buenas yo queri'a decir- les que sigan siendo buenas, que sigan creyendo, que no dejen que el escepti- cismo los ate a la dulce prisio'n del con- formismo, que sigan buscando, que sigan encontrando algo en que' creer, algo por que' luchar. Hemos tenido, tambie'n, brillantes ene- migos. Plumas que no se han confor- mado con el calificativo despecrivo o la palabra fa'cil, plumas que han buscado argumentos fuertes, firmes, coherentes, para atacarnos, descaliticarnos, aislar- nos. He lei'do brillantes textos para des- prestigiar a los zapatistas y para defender un re'gimen que tiene que pagar, y caro, para aparentar que alguien lo quiere. La'stima que, al final, terminaron defen- diendo una causa pueril y vana, la'stima que terminara'n hundie'ndose junto a ese edificio que se desquebraja... P.D. Que, a caballo y con mariachi, canta al pie de la ventana de una abuela esa de Pedro lnfante que se llama "Dicen que soy mujeriego" y que termina... "Entre mis dulces amores uno vale mucho ma's que me quiere sin rencores de mi para tararirara'n. Una viejita muy linda que no creo yo merecer con su corazo'n me brinda el ma's divino querer." Frente a una abuela uno siempre es un ni~o que duele al alejarse... Adio's abuela, ya vengo. Ya acabo, ya empiezo...